Mal empezó la Argentina independiente, con el fusilamiento de Liniers y el ahorcamiento de Álzaga, héroes de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires. Ellos fueron las primeras víctimas del odio jacobino, encarnado en Moreno , Castelli y el mulato Rivadavia, y mal siguió con otro fusilamiento -el de Dorrego esta vez- inducido epistolarmente por ese par de villanos que fueron Salvador María del Carril y Juan Cruz Varela, integrantes de la junta secreta encabezada por el maléfico “sapo del diluvio”* y por el cura Agüero.
Pero el odio de los “ilustrados” y de los “doctorcitos unitarios” no paró allí. Derrotados por Rosas, pasaron a Montevideo, desde donde se dedicaron a conspirar contra el legítimo gobierno del Restaurador, aliándose con Francia e Inglaterra. Particularmente repugnante fue el papel cumplido por Florencio Varela-hermano del cobarde Juan Cruz y masón también-quien no tuvo empacho en proponer a sus amos la secesión de Corrientes y Entre Ríos, según relata el propio General Paz en sus Memorias, más citadas que leídas.
Al final ,estos renegados, aprovechándose de la venalidad de Urquiza y del Imperio del Brasil, consiguieron derrocar a Don Juan Manuel, para imponer su ideología liberal y masónica, que frustró el proyecto de supervivencia de la Argentina católica e hispánica.
Me parece oportuno recordar que, según el Padre Aníbal Rottjer:
“La fundación oficial de la masonería en la República Argentina data del 9 de marzo de 1856, con la apertura de la logia madre “Unión del Plata”, que sesionó en sus primeras “tenidas” en una finca ubicada en la esquina de Brasil y Balcarce, junto al parque Lezama. Su “regularización” la recibió del Supremo Consejo del Uruguay, el 11 de diciembre de 1857.
Allí funcionaban logias masónicas que recibieron su regularización del Brasil en 1855, donde a su vez se hallaba constituido el Supremo Consejo masónico regularizado desde 1819, que agrupó las logias ya existentes desde 1821”
(La masonería en la Argentina y en el mundo, Capítulo XI)
Esta breve incursión por nuestro siglo XIX, viene a colación al cumplirse 55 años de la traición contra el General Eduardo Lonardi, consumada por los “gorilas” con mandil, herederos de Moreno, Rivadavia y los Varela, desquiciados por la noble conducta del Jefe de la Revolución que había tendido la mano a los vencidos. Y los jacobinos volvieron a fusilar el 9 de junio de 1956…(El resto es historia reciente, sobre la que prometo volver a la brevedad).
Sólo Dios sabe cuánta sangre nos costó desandar los pasos de Lonardi, cuya nobilísima figura se agiganta en el tiempo. Que su ejemplo ilumine los días por venir.
(*) – Apodo del padre Castañeda a Rivadavia
No hay comentarios:
Publicar un comentario