Recordamos los célebres libros de Hugo Wast Juana Tabor y 666, escrito en 1941.
Casi proféticos estos, que acarician la actualidad.
El libro sitúa a
Gustavo Martínez Zuviría, cuyo pseudónimo es Hugo Wast escribe:
En el país gobernaba la segunda mujer presidente, misia Hilda Kohen de Silberman
Los anarcomarxistas no tenían más Dios que la “soberanía del pueblo”. Allí adorábanse su extravagante deidad, es decir adorábanse ellos mismos, pues por soberanía del pueblo no entendían otra cosa que la voluntad de su propio partido y allí se refugiaron a deliberar cómo sabotearían la movilización y a maldecir “el crimen de guerra”, título de un libro argentino que los gobiernos reimprimían y desparramaban como una Biblia.(Nunca Más)
Cuando los marxistas no tenían libertad de robar, matar o incendiar, pronunciaban discursos humanitarios, renegando de toda violencia…
…Pero no, el Ejército Argentino, que se pulió como una espada en los primeros cincuenta años del siglo, con sólidos cuadros de oficiales, bien educados por los institutos de guerra, había llegado a ser, gracias a la diabólica conjuración de la prensa, del cinematógrafo, de la radio un objeto de antipatía y de repugnancia para el pueblo, que razonaban de la siguiente manera: “
… No es de asombrarse, pues, que un día, años atrás, el entonces presidente don Juan Pérez disolvió toda las fuerzas armadas del país, y con tal motivo pronunciase dos frases bonitas que le abrieron las puertas de la más gloriosas inmortalidad “¡Todo el pueblo será mi ejército! ¡Vale más un maestro que cien soldado!
… Los arsenales consumidos y desnaturalizado, no podían suministrar ni un cañón, ni una ametralladora, ni una lanza…
… Los buques de guerra, que se oxidaban en los inútiles diques, se transformaron en museos, es hospitales y en escuelas…
…En cambio, un millón de agricultores quedaron sumido en la miseria, y endeudado hasta los ojos. En las otras 19 provincias (ya no había territorios nacionales), una sequía tenaz arrasó los cultivos…
…En 1995, bajo la segunda Presidencia de misia Hilda, estaba al frente de ese departamento (Marina y guerra, atendía los antiguos asuntos militares y navales) un ministro con pantalones, es decir una mujer (ya hemos dichos que los hombres vestían entonces como antes vestían las mujeres), doña Aspasia Pérez de Moltalván…
… ¡Qué bien hablábamos los argentinos de 1996, cuando se nos vinos la guerra con Chile!...
… Y ardió Buenos Aires por las cuatros puntas, y se comprobó la triste verdad de que la nación estaba dividida espiritualmente, y que era llegada su hora, conforme a la sentencia evangélica: “Todo reino dividido contra sí mismo desolado será”…
Vale la pena conseguir el libro y veremos cuantas coincidencias tiene con la actualidad.
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